taberna
TABERNA
“LA NUBE”
Me
es horrible, terrorífico, hablar de esto:
Unos
amigos me invitaron encarecidamente, con el mayor tesón y fuerte
empeño, para llevarme a una Taberna que elogian la gente de
malvivir, los fulleros, los vagos y maleantes, los hipócritas y
obscenos, los toreros, los bandoleros y los contrabandistas.
A
mí me extrañaba, pero no tenía duda de que esta Taberna, entre
montañas cubiertas de nieve, encerraba algún arcano.
Mis
amigos eran: uno de Alhama, y otro, de Antequera, en Granada. Ellos
habían estado ya varias veces en esta Taberna y, diciéndome que era
digna de visitar, me guiaron por las pendientes de la sierra Tejeda
odiosa y abominable por su pesadez al caminar.
Esta
Taberna “La Nube” tenía un aspecto muy poco tranquilizador pues,
antiguamente, se usó como mazmorra, “la Mazmorra de Granada”,
pues, erigida sobre una roca elevada sobre un barranco, por el que
discurre estrepitoso un arroyuelo, desde aquí fueron arrojados vivos
contra las peñas bandoleros, quinquis, ladronzuelos y gente de
diverso pelaje social o político.
Asimismo,
desde aquí, arrojaban al vacío, con la cabeza hacia abajo, cerdos,
perros o gatos que habían muerto a causa de las diversas pestes que
habían asolado las villas y ciudades, las cuadras y corrales, y que
no habían sido aliviadas por ningún milagro religioso o embustero.
Si
mirabas a la opuesta vertiente de la Sierra, veías las nieves del
Mulhacén y del Picacho de la Veleta.
Sólo
se podía entrar en la Taberna de doce a cinco de la mañana. Me
pareció execrable a primera vista, pero luego me importó. De las
paredes colgaban exvotos: Cabezas, tibias y perones: Pililas y
vaginas; cuadros del Corazón de Jesús; cuadros de Mahoma, cuadros
de Budas y algún que otro Gurú. Todos de la época mora, la
Reconquista, la República y el franquismo fascista.
La
Taberna estaba abarrotada. El mostrador, las mesas y las sillas eran
de piedra.
-Mira,
observa, me dijo el amigo de Alhama. Aquí, están presentes nobles y
plebeyos, curas y frailes, militares y cortesanos, moros, judíos y
cristianos.
Yo
le contesté:
-Y
nosotros.
La
hora de las tres de la mañana es de suma importancia, pues, a esa
hora, ocurría siempre un milagro: Enterraron vivo, aquí, a un
famoso y bello bandolero de la partida de Ojitos y, a eso de las tres
de la madrugada, se remueve debajo de las baldosas descubriendo su
cabeza y cuello con gran garbo, sacando hacia arriba su polla con
gran fuerza resonante en pavorosos ecos eyaculantes y orgásmicos.
No
extrañaba a nadie su osadía, pues de todas partes venían a ver lo
mismo.
Ya
vuelto a su tumba el bandolero; a nosotros, después de haber bebido
de lo lindo, y a palo seco, se nos aparecían Boabdil o lord Byron;
Isabel la Católica o Manuel Azaña, André Gide o García Lorca;
diciéndonos:
-Os
lo habéis merecido.
Obligándonos,
después, a cantar esa canción que provoca dolor y lágrimas de
alegría, que es la Masturbación.
A
las cinco de la madrugada, cuando salíamos de la Taberna, todos
íbamos susurrando:
-Ha
sido la hostia y la re hostia; quedándose algunos en el camino, pues
se caían entre pedruscos por los peñascos.
-Daniel
de Culla